
Por: Marco Fernández Leyes
Tac, tac, tac. La tecla fallaba hacía meses y Adriana ya no soportaba ese sonido. El clima en su sector era espeso, alejado del aire acondicionado que gorgoteaba en el otro extremo de la oficina.
Durante meses había reclamado que le dieran otro teclado, pero nadie la escuchaba. Mientras tanto, la “r” seguía martirizándola una y otra vez. Porfiada y al acecho, la decimonovena letra del alfabeto aparecía desfachatada para rasgar sus oídos en cada texto que redactaba.
Un día, cansada de tanto tormento, Adriana se armó de valor: llegó temprano a la oficina, tomó el teclado defectuoso y lo arrojó con violencia contra el basurero. Saltaron piezas y el objeto quedó inutilizable. A continuación abrió su mochila y extrajo otro reluciente. Lo enchufó y comenzó a escribir el primer informe de la jornada. Lentamente su cara se desfiguró al descubrir que nofuncionabalabarraespaciadora.
Que horrorrrrr!!!!!!
Escalofrío…
jajajaja, peor
el remedio que la enfermedad !!
Para tomar buenas decisiones hay que despojarse de la ira y asi evitar sustos o lamentaciones
Seguramente le pasó al ser lunes.