
John le Carré, el maestro del género de espionaje, recibió innumerables reconocimientos a lo largo de su vida. Este es el mío, humilde. Falleció el 12 de diciembre, a los 89, y su legado vivirá por siempre a través de las generaciones.
Nacido bajo el nombre de David Cornwell, adoptó el pseudónimo que lo hizo famoso cuando comenzó a publicar novelas de espías mientras era agente del servicio de inteligencia británico MI6. Lo habían reclutado cuando era docente en el Eton College de Londres.
Autor de novelas fundamentales en el género de espías e intrigas, fijó una vara tan alta que pocos tuvieron a su alcance. Quizás en ese grupo selecto pueda incluirse a Frederick Forsyth, Tom Clancy o Morris West, entre otros.
Le Carré cimentó su prestigio durante todo el período que duró la Guerra Fría. Luego, así como Francis Fukuyama se equivocó al pronosticar el “fin de la historia” con la caída del bloque comunista, también lo hicieron los críticos del escritor británico que lo daban por terminado: no solo supo reconvertirse, sino que siguió ofreciendo obras de gran calidad.
Argumentaba que en un mundo donde el secreto oficial es omnipresente, la novela de espías desempeñaba una función democrática necesaria. Era la encargada de sostener un espejo, por distorsionado que sea, del mundo secreto y demostrar el monstruo en el que podría convertirse.
Si nunca lo leíste, esta es una buena oportunidad de empezar. Si ya lo conocés, aprovecha para volver a sus historias.
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