Hábitos de lectura

Leo en casi cualquier momento y lugar que me permita al menos unos minutos de concentración profunda. Ahora bien, puesto en exquisito, si me dieran a elegir preferiría disponer de, por lo menos, de una hora para sumergirme en el libro sin interrupciones. Pero, como esa pretensión es cada vez más lejana en una realidad que nos acosa con estímulos e interrupciones de todo tipo, me conformo con poder enfocarme en esa sola misión hasta que el próximo pellizco extraiga a mi endeble atención de su tarea.

Comer algo siempre es agradable. Pero, a considerar: si optamos por facturas, alfajores o cualquier otro alimento húmedo o de consistencia pegajosa, luego no nos quejemos del estado en que quedarán las hojas del libro físico o la pantalla de nuestro dispositivo digital. Por eso prefiero frutos secos, chipas o cualquier otro producto que, como mucho, importe despejar las superficies de migas.

Para beber, mate o infusiones: té, mate cocido, café. En el verano es casi obligatorio el tereré. Si es de noche una copa de vino. En invierno, una medida de whisky con dos cubos de hielo. Todas estas bebidas son grandes compañías, pero ojo: ingerirlas preferentemente fuera del espacio vital del libro, para evitar derramamientos indeseados que nos impulsen a lanzar diatribas de todo tipo.

A veces sumo algo de música instrumental o en alguna lengua que no conozca (para mí cualquiera excepto el castellano -y no me fiaría de tales artes sobre ella siempre y en todo lugar-), porque mis neuronas son propensas a trepar cualquier rama que les quede a mano.

Lo importante es leer de la manera que a cada quien le siente mejor, tener presente que no tiene por qué ser siempre una actividad entretenida y animarnos a conocer obras y escritores. La curiosidad no mata al gato.

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Un comentario en «Hábitos de lectura»

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